Estoy recordando cómo un par de amigas se intercambiaban un mensaje no hace muchos meses en Facebook. Si no recuerdo mal, una de ellas estaba a punto de dar a luz a su primera hija y la segunda estaba a punto de celebrar ya el primer cumpleaños de su tercer hijo. Y aunque no he sido capaz de encontrar el post exacto en el muro de ninguna de ellas, recuerdo que la segunda le decía a la primera algo así como:
«sí, pronto cambiarás tu foto de perfil de Facebook, porque cuando nacen, cambias la foto de perfil… y todo cambia»
Me hizo gracia, pero sobre todo me hizo pensar. Creo que sería digno de analizar cómo afecta la maternidad a la foto que usamos en nuestros perfiles en las redes sociales, pero bueno, no es el tema de este post, aunque no lo descarto para el futuro.
La cuestión es que más allá de la foto de cualquier perfil en redes sociales, la clave está en que todo cambia, así es, todo, todo, todo cambia. Cuando nace un hijo, nace una madre y si tan emocionante es lo primero, no lo es menos lo segundo. A mí, me ha costado darme cuenta. Los primeros meses de maternidad fueron muy bonitos, pero muy duros, y ahora que va pasando el tiempo me voy dando cuenta de que probablemente pude disfrutar más de un estado excepcional que fue (y está siendo) muchísimo más bonito que duro. Por suerte hoy prevalece lo bueno sobre todo lo complicado de esos primeros meses (cansancio, agobio, preocupaciones…). Supongo que si algún día tengo un segundo hijo, todo será diferente.
Y todo volverá a cambiar.