Llega septiembre y para muchos es como si comenzase el año «de verdad».
Para mí personalmente es así desde que soy madre y desde que mis hijos empezaron a ir al cole. Antes, ni siquiera cogía todas las vacaciones en verano. Aprovechaba para disfrutarlas con viajes fuera de estas fechas… ¡Qué recuerdos! Aquella etapa a.d.t.h. (antes de tener hijos).
La vida cambia, y toca adaptarse, y para mí el año empieza claramente en septiembre. En una de las novelas de Milena Busquest se habla de que el año no debería empezar en enero, ni en septiembre, sino el día que tu floristera te avisara de que habían llegado las primeras peonías. Idílico, floral, a mí me gustaría. Pero hoy vamos a hablar de realidad.
Hoy, que acaba de arrancar el mes, y que la mayoría estamos repasando listas de materiales, lavando mochilas, y comprando zapatillas, el mundo se divide en dos grupos:
- Los padres y madres que están deseando que sus hijos vuelvan al cole.
- Los padres y madres que lamentan la vuelta a la rutina escolar.
¿Y tú de qué equipo eres?
Mi idea no es valorar, ni mucho menos juzgar una u otra postura, sino analizar por qué se dan.
En un mundo ideal, la conciliación existiría, a todos los padres y madres nos encantaría disfrutar de nuestros hijos 24/7, y desearíamos que el verano se alargara para disfrutar del buen tiempo hasta cargar las pilas al máximo para el “duro” invierno.
Sin embargo la realidad es que ya a partir de la segunda quincena de agosto cada vez es más común escuchar: “uff, tengo unas ganas de que vuelvan al cole”. No sé si os sonará. ¿Te sientes identificada?