Esta mañana leía en Instagram cómo una madre, mediante un cómic (@momlife_comic) ponía en evidencia que estos días en los que se celebra la semana mundial de la lactancia materna las madres que dan pecho, o no, reciben constantemente mensajes contradictorios: si das pecho porque lo das, y no lo haces porque no lo haces. La cuestión es intervenir, opinar y desequilibrar esa maternidad que está naciendo y tan débil puede llegar a ser si no dejamos que el instinto la guíe y la proteja.
Los que me seguís ya sabéis que me encantan leer. Y la maternidad y la crianza son mis temas favoritos.
Sin ser mi autora favorita he leído varios libros y ha seguido de cerca a Laura Gutman. No soy una fan incondicional, y soy bastante crítica con algunos puntos que trata, pero explica el cómo y el porqué de las emociones, y habla del vínculo/fusión madre-hijo/a de una forma que siempre consigue removerme y reubicarme donde me gusta estar.
He tenido la suerte de asistir a varias de sus conferencias en los últimos años, siempre de la mano de Meitaimaitie y de su familia. Y han sido toda una experiencia.
La fusión emocional y el tanque de agua
Quien ha leído a Laura Gutman sabe de lo que hablo. Sabe de qué va lo de la fusión emocional, o al menos ha leído sobre ello. Explicado brevemente, es la unión o la conexión que se da entre la madre y el bebé recién nacido creando un territorio emocional común.
La teoría me la sé, me la sabía, pero en aquella charla que he recordado hoy Laura explicó esta fusión emocional con la metáfora del tanque de agua, y jamás la he olvidado. Entonces entendí muchas cosas y reconocí que esa fusión tenía todo el sentido del mundo para mí. Escuchar a Laura hablar del tanque de agua que comparten madre e hijo me abrió los ojos a algunas cuestiones que llevaban ya un tiempo dándome vueltas en la cabeza, y me abrió la puerta a la respuesta de muchos porqués.
Esta metáfora del agua habla de que cuando una mujer tiene un hijo comparte un espacio común que puede asemejarse a un tanque de agua. Un tanque de agua en el que ambos se sumergen, nadan y conviven juntos. Estar juntos en ese tanque hace que las percepciones del entorno sean comunes, y cada uno viva como suyas las percepciones del otro. Si la temperatura del agua baja a penas necesitaremos que el bebé nos reclame la temperatura del agua, ya que seremos nosotras las que sintamos igualmente la bajada de temperatura.
Al fin y al cabo este símil lo que nos hace ver es que ese espacio natural de emociones, ese espacio tan intuitivo (lejos de lo racional) es un espacio único y que sólo existe si esa fusión emocional se da.
Los problemas comienzan cuando estar dentro de ese tanque es un problema: porque estamos cansadas, porque nadie nos sostiene, porque el bebé nos reclama constantemente, porque esas aguas hace que afloren además emociones y vivencias que arrastramos de nuestra infancia… El agua del tanque a veces se revuelve, se llena de cosas que no sabemos cómo gestionar, y hacer un trabajo de depuración de ese agua, depurar sentimientos que ni siquiera sabemos de dónde vienen es duro, es complicado y más cuando además recibimos cientos de mensajes externos que nos animan a volver cuanto antes al estado previo a nuestra maternidad (trabajo, vida social…).
Cuando somos madres, yo al menos lo he vivido así, de repente descubres un acercamiento intuitivo hacia tu hijo que está lejos de cualquier lógica o razonamiento. Sientes, presientes… Realmente nos estamos sumergiendo en el tanque de agua. Sin embargo, esa «intuitividad» está infravalorada en nuestra sociedad y es ahí cuando muchas mujeres deciden salirse del tanque. Deciden pasarse al bando racional, más facilmente gestionable, porque es más «racional» y mejor aceptado generalmente en la sociedad de hoy, tan enfocada al consumo y la productividad.
Al salir del tanque de agua todo es más «fácil». Pasamos de compartir espacio emocional a vivir vidas en paralelo en las que compartimos espacio, compartimos tiempo, compartimos el día a día, cuidados, sin duda, no abandonamos a nuestro bebé, lo queremos, pero hemos dejado de sentirlo.
Si dejamos de compartir ese territorio emocional con nuestros hijos, dejamos de observarlos, dejamos de sentir a nuestros hijos, dejamos de respetar los sentimientos que nos generan las manifestaciones de nuestro bebé y en definitiva dejamos de compartir un espacio emocional que a veces es imposible volver a recuperar.