Aunque todos los temas que trato en esta sección me afectan directamente como madre, el de hoy es aún más personal, porque me lo he propuesto como propósito para este año 2017.
Sabemos que hay mil formas de educar y de criar a nuestros hijos, casi tantas formas como personas o familias, así que hoy solo me voy a centrar en una cosa: en los gritos.
Me consta que hay familias en las que el grito es el tono habitual para «dar órdenes» o simplemente para pedir a los niños que hagan algo. O más bien, es el tono que en algunas familias se ha instaurado como el único tono efectivo para conseguir que los niños hagan caso.
Yo confieso que aunque no es lo habitual, a veces grito (más veces de las que me gustaría), y me he propuesto como objetivo de este año 2017 reducir los gritos al máximo, si es posible hasta desterrarlos por completo.
Quiero dejar de gritar
Mis razones personales son bastante claras:
- no me gusta cómo me siento cuando estoy gritando.
- no me gusta cómo me siento después de gritar.
- creo firmemente que los gritos no tienen ninguna ventaja si no es la de avisar de un riesgo inminente de algo.
- estoy convencida de que los gritos agreden y hacen daño.
Además sobre esto último, no es difícil saber cómo se puede sentir un niño cuando le gritamos. Es tan fácil como recordar cómo nos hemos sentido nosotros como adultos, cuando alguien nos ha gritado. Lo vivimos como una falta de respeto y genera impotencia y frustración. Genera una serie de emociones negativas que nosotros podemos gestionar de peor o mejor manera, pero como adultos tenemos o deberíamos tener más recursos para gestionarlas. Imaginaos eso en un niño, y encima cuando el grito viene de la persona que más quieren en este mundo, ¿cómo os sentiríais vosotros?
Y una vez más, buscando información algo más “científica” sobre el tema, he encontrado datos muy reveladores.
Antes de los datos reveladores, he de decir que hace unos 3-4 años he visto que en Internet en este mundillo de padres y madres blogueras y blogueros hubo un movimiento que se llamó algo así como el Desafío del Rinoceronte Naranja. Nació de una madre estadounidense que tenía 4 hijos, que trabajaba en casa y estaba todo el día con sus hijos y que vio que cada vez que no sabía cómo abordar un problema en casa con sus hijos, les gritaba y se puso el reto de 365 días sin gritos y fue compartiendo cómo lo hacía y los resultados. Curioso e interesante desafío. Os animo a leer más sobre este reto.
Y volviendo a datos más reveladores y más prácticos.
Es importante llegar al fondo de la cuestión, es decir, a realmente por qué gritamos. Yo a bote pronto diría que porque me sacan de mis casillas o porque si no grito no me hacen caso. Pero siendo objetivos, ¿por qué gritamos y por qué debemos dejar de gritar a nuestros hijos?
¿Por qué gritamos a nuestros hijos?
- Parece que es la única forma de llamar su atención.
- Muchas veces nos sirve de desahogo.
- Y porque aunque parezca extraño, gritar es normal en una situación de descontrol, y a veces el simple cansancio nos puede acercar a ese descontrol y a una explosión en forma de chillido.
Pero realmente, ¿por qué deberíamos dejar de gritar a nuestros hijos?
¿Por qué debemos dejar de gritar a nuestros hijos?
- Aunque parezca un poco extraño, los gritos hacen que los niños se conviertan en sordos. Cuando recibimos un grito, es raro que estemos predispuestos a recibir un mensaje que con claridad, después del grito. Nos cerramos y conseguimos el efecto contrario, efecto sordera a todo lo que nos dicen.
- Gritar no ayuda a gestionar las emociones, y cuando nosotros lo hacemos, les estamos diciendo a nuestros hijos que la ira, la rabia y los gritos son una forma de gestionar las emociones válida. Si oyes gritos, aprendes a gritar. De padres gritones, niños gritones.
- Aunque no sea nuestro objetivo en absoluto, nuestros gritos les asustan.
- Nuestra reacción genera miedo y les aleja de nosotros. Ya no es sólo que perdamos “autoridad”, sino que ganamos en malestar emocional y vamos agrietando un vínculo muy valioso creado durante los primeros años de vida, y fundamental para el resto de sus vidas.
- Tiene un efecto terrible sobre su autoestima, en una etapa evolutiva en el que la autoestima se está construyendo, les hace mucho daño, porque realmente los niños llegan a creerse merecedores de esos gritos.
Y con todo esto sobre la mesa, ¿qué podemos hacer para evitarlo?
¿Qué podemos hacer para evitar los gritos?
1. Compromiso
Establecer un pacto y adquirir un compromiso. Tanto con nosotros mismo, como con los niños y la fmilia. Explicarles que vamos a trabajar para reducir los gritos y que necesitaremos su ayuda.
2. Autocontrol
Trabajar el autocontrol. Controlar nuestras emociones les ayudará a los niños a aprender a controlar las suyas.
3. Los niños, son niños
Recordar cada momento, que los niños son niños y hacen cosas de niños. Y que aunque suene raro decirlo, si actuaran de otra manera, deberíamos preocuparnos. Tener que recordarles constantemente sus obligaciones es parte de nuestro trabajo de padres, y un trabajo que no termina nunca, porque cuando por fin adquieren un hábito (calzarse, lavarse las manos, los dientes…) debemos empezar a trabajar en los siguientes.
4. Cuando tengo un mal día…
Cuando tenemos un mal día debemos buscar un momento para darle la vuelta antes de que sean ellos los paguen tu mal día con un grito. Si notas que están a punto de explotar, apártate, respira hondo, cuenta hasta 10, refréscate la cara y piensa durante un par de minutos por qué te sientes así. Los adultos también tenemos derecho a sentirnos mal, y a tener un mal día, así que permitirnos sentirnos así, también es nuestro derecho y nos ayudará controlarnos.
5. Respeto y amor
Y para mí una de las claves fundamentales es tratar a nuestros hijos con respeto y amor. No como lo haríamos con cualquier otro persona, si no con muchísimo más respeto aún. Si respetamos a los adultos que nos rodean y no vamos gritándoles por la vida, por qué hacerlo con nuestros hijos.
Así que como veis no se trata de qué decirles a los niños para que se porten bien, nos hagan caso y así no lleguemos a los gritos, sino qué hacer como adulto para no llegar al límite de nuestra paciencia y explotemos.
No estamos hablando de no enfadarse, o de no reñir. Sino de no explotar. Así que llamémoslo Rinoceronte Naranja o como sea, pero creo que merece la pena y yo al menos ya estoy trabajando en ello. Os iré contando.
Y si queréis escuchar el programa, esto y más en Graffiti de Radio Euskadi (sobre el tema de hoy, a partir del punto 01:14:14).
Para escribir este post he utilizado varias de las ideas mencionadas en el post «5 razones para dejar de gritar a tus hijos y 10 claves para conseguirlo» del blog www.psicologosantacoloma.es.