Durante las vacaciones de Semana Santa, se dio uno de esos momentos mágicos que se viven de vez en cuando cuando tienes hijos. Volvíamos a casa de ver la puesta de sol, exactamente esa, la de la foto. Observamos como el sol desaparecía en el horizonte en silencio, sin preguntas, pero una vez terminado el «espectáculo» no tardaron en surgir las preguntas (como si fuera la primera vez que veíamos una puesta de sol como aquella). Aquella puesta de sol despertó preguntas que no habían despertado las anteriores, y fue uno de los «momentos perfectos» de nuestras vacaciones. Tanto preguntas como respuestas dieron para mucho, información muy interesante, pero sobre todo risas, muchas risas… A todo lo hablado en esa vuelta a casa lo hemos bautizado como la «Teoría de Copérnico», aunque os aseguro que la astronomía no fue el único tema que tratamos. Los detalles nos los guardamos para nosotros.
¿Sabéis cuántas preguntas se ha calculado que puede hacer un niño en edad preescolar de media por hora cuando está en la etapa de las eternas preguntas?
Se ha calculado que 76 preguntas.
Esto quiere decir que más de una pregunta por minuto, de media… Así que la siguiente cuestión es, ¿de dónde sacamos la paciencia para atender a semejante cuestionario?
Sin embargo, después de lo que he podido descubrir leyendo sobre el tema, yo recomiendo armarse de paciencia, mediante respiraciones, meditación, yoga, tilas o el sistema que sea, para poder atender a nuestros hijos en dichas situaciones, porque se ha investigado y los resultados dejan clara la gran importancia de esta fase.
Hay un estudio que se publicó en Estados Unidos en 2007 que explica que esas preguntas, aunque tengan toda la pinta de hacerlas para dar la lata o llamar la atención, en la mayoría de los casos las hacen como herramienta y mecanismo para su mejor desarrollo cognitivo.
Cuando un niño encuentra una brecha entre lo que está viviendo y el conocimiento sobre esa situación, directamente pregunta para acercar ambas situaciones. La información que obtiene tiene relevancia porque le va a permitir dar un pequeño paso en su desarrollo y a solucionar un desequilibrio surgido de una situación desconocida para él. Además, la información de esa respuesta que le demos va a ser retenida mucho más fácilmente por su predisposición en ese momento. Podemos decir que el niño en ese momento tiene el “modo esponja” activado.
Los niños generan preguntas de manera muy eficiente, recopilan así la información máxima necesaria, para luego ser capaces de utilizar esa información de manera productiva.
La capacidad de hacer preguntas es una poderosa herramienta que permite a los niños reunir la información que necesitan para aprender sobre el mundo y resolver problemas en él.
Así que pocas bromas con el tema.
Cuándo y por qué
Cada niño es un mundo, pero esta etapa suele tener su mayor intensidad entre los 3 y los 6 años.
Aunque parezca que lo hagan para poner a prueba nuestra paciencia, además de por lo que hemos dicho antes, porque les ayuda a solventar una situación puntual de desequilibro entre situación vivida, pensamiento o conocimiento sobre esa situación:
- también están en un momento en el que están desarrollando el lenguaje, para ellos el lenguaje es una adquisición reciente, es algo nuevo y les encanta ponerlo en práctica. No sé si os habéis fijado alguna vez, que parece que no esperan ni respuesta, están recreándose con esa nueva habilidad de hablar de forma más fluida y van encadenando preguntas sin fin, sin sentido, a veces nos pueden parecer absurdas, pero es que realmente se están recreando con ese momento…
- también puede haber momentos que lo único que busquen sea nuestra atención. Ahora veremos alguna idea para gestionar estos momentos…
¿Y cómo deberíamos gestionarlo?
El psicólogo Javier Urra, en un artículo que leí el mes pasado da algunas pautas:
- Dar respuestas claras y directas.
- Interesante implicar o reformular la pregunta, para hacerle partícipe , «¿y cómo crees tú que se hace?», «¿y por qué crees que funciona así?»,…
- No tener miedo a reconocer que no sabemos la respuesta. Decirle que lo buscaremos juntos o preguntaremos a alguien que lo sepa.
- Cuestiones morales que no tienen respuestas sencillas, decirle que no hay una respuesta única, pero que nosotros opinamos que la mejor manera es «X».
- También es importante detectar cuándo hay un momento de interés real o cuándo lo que quieren es llamar nuestra atención. Ahí, intentar cambiar de tercio proponiéndole otra actividad o convertir las preguntas en una conversación.
- Intentar no ignorar o despreciar esos momentos. Si no podemos atenderle, explicárselo, no hacerlo símplemente ignorándole.
Tomárselo en serio
Además de parte del desarrollo cognitivo del niño también es una parte importante del desarrollo emocional y de la personalidad del niño.
Cómo respondamos en esas situación va a dar formar poco a poco a la percepción que tenga el niño de sí mismo, de cómo es percibido.
Si le ignoramos, puede llevarle a la timidez, inseguridad, problemas de autoestima. Y podemos estar desperdiciando una preciosa oportunidad de establecer canales de comunicación con él, tan importantes cuando son pequeños, pero sobre todo a medida que van creciendo.
Si queréis escuchar todo lo que hemos hablado, no es perdáis el audio del programa de esta semana, también en Graffiti de Radio Euskadi (sobre el tema de hoy, a partir del punto 01:18:00).