Pues sí, este post va de leche. Y de paso inauguro una nueva filosofía de blog. Sí, ya sé que lo acabo de retomar, pero parezco una adolescente con crisis de identidad, hoy creo una cosa y mañana otra. Hoy creo que voy a replantear la filosofía que había decidido seguir respecto al idioma de este blog, y es que si el bilingüismo es un tesoro, voy a hacer uso de él. Si mi vida se reparte en un inconsciente e indiferente uso del euskara y del castellano, pues eso mismo voy a hacer aquí. Y de paso, y sin su permiso, voy seguir la lógica aplastante de mi compañera de trabajo @Orreaga que ha corroborado lo que yo intuía, si soy yo la que escribe en este blog, escribiré como me lo pida el cuerpo, algunas veces en euskara, y otras en castellano.
Y lo de la leche… todo un nuevo un mundo. Nunca me había planteado si la leche (de vaca) era buena o mala. Siempre he pensado que era buena, todo el mundo la toma y todo el mundo la recomienda. De todas formas yo no he sido nunca muy lechera. De pequeña no me gustaba y no la he tomado en abundancia y ahora tampoco me entusiasma así que no la tomo si no es en derivados como yogures o queso.
La «alarma» saltó cuando mis padres empezaron a acudir a un quiropráctico que les recomendó que dejaran de consumir leche de vaca y derivados. ¿Y esto? ¿Y el calcio que es tan importante de dónde lo sacamos? Parece que existen alternativas, aunque las desconozcamos.
La cuestión es que ahora que Jare ha cumplido los 10 meses, según las pautas del pediatra ya podemos empezar a darle yogur natural, y en breve «podremos» darle leche de vaca. Y aunque aún toma leche materna (así que ya está servida), es ahora cuando ha empezado mi verdadera investigación, y he aquí que la leche de vaca no parece tan buena como se presupone, o al menos no todo el mundo lo cree así.
Como curiosidad, si buscas «leche de vaca» en Google, entre los 5 primeros resultado encuentras frases como: «¿es buena la leche?», «leche de vaca, un veneno», «la otra cara de la leche»… Algo anecdótico, sí, pero no me digáis que no da qué pensar.
Además, una autora como Laura Gutman, que ya ha sido nombrada en este blog anteriormente, tiene artículos como este al respecto: «Su Majestad la Leche de Vaca».
Y aquí está la polémica servida, hay varios argumentos que me tienen bastante convencida de que algo raro pasa con la leche:
- El hombre es el único animal que toma leche de otro animal
- El hombre es el único animal que toma leche después del periodo inicial de lactancia
- Cada vez existen más casos de intolerancia a la lactosa
- Es bastante generalizado que cuando un niño está con muchos mocos y simples problemas respiratorios los pediatras recomienden unos días sin ingesta de leche de vaca (por cierto, la leche de continuación de fórmula, ¡también es leche de vaca!) De todas formas otro día hablaré de la leche de fórmula y la leche materna, porque hay una serie de creencias por ahí que claman al cielo.
Es verdad y suena un poco raro planteado así, ¿por qué se le ha dado tanta importancia a la ingesta de leche de vaca en las últimas décadas?
Y aquí estoy, sentada con un vaso de leche de almendras (riquísimo por cierto), experimentando otros alimentos que puede que en breve pasen a ser habituales en la dieta familiar.
Sigo investigando.