Llevo un tiempo dándole vueltas al tema. Es típico oír cómo el hecho de tener un hijo te cambia la vida. A partir de ahí están las personas que se quejan por las esquinas de que ya no pueden hacer las cosas que hacían antes, las que hablan de los hijos como si fueran una responsabilidad impuesta por alguien, y las que disfrutan de la maternidad como lo que es, una oportunidad de amar sin límites, conectar con una misma, con el mundo, con la gente, con tu hijo, con tu familia… una forma de cambiar el mundo.
Estoy de acuerdo en que tener un hijo te cambia la vida (la vida y el ritmo de vida que conocías antes de ser madre), pero tal y como lo estoy viviendo yo al menos, no es tanto «culpa» del niño, si no de cada uno. Yo ahora, no salgo tanto como antes, evidentemente no salgo por las noches, no hago planes que sólo sean para adultos, pero… no lo hago porque el cuerpo realmente no me lo pide (aunque la sociedad y mi entorno me lo pidan a gritos), y porque cuando tengo tiempo libre prefiero pasarlo con Jare en lugar de consumirlo en otro tipo de actividades. Y no voy a negar que este hecho, en ciertos momentos me empieza a preocupar, por la demanda social que percibo a mi alrededor para que vuelva a hacer la vida que hacía antes. Señoras, señores, creo que no va a poder ser. Yo ya no soy la de antes, mi vida no volverá a ser la de antes. No quiero que vuelva a ser la de antes.
Alguien dirá que es importante que todas las personas desarrollemos una vida social que nos permita movernos en diversos ambientes de negocios, amigos, actividades extra-familiares… Pero, yo, hoy, aún, no estoy preparada para ello: ni la cabeza, ni el corazón, ni el cuerpo me piden un loca noche de juerga frente a bañar a Jare, darle de cenar y acostarnos tranquilamente las dos juntas (y hasta hace pocos días, disfrutar de una lactancia increíblemente maravillosa). Y esto quizá cambie, pero ahora es así. Jare tiene 18 meses y no hemos pasado una sola noche separadas. Cuando mis padres o familiares se ofrecen a quedarse con ella para que yo, mi marido, podamos salir, lo agradezco en el alma, pero bastante ausente estoy cada día de lunes a viernes (y nunca agradecerá lo suficiente el apoyo familiar en el cuidado de Jare) por compromisos profesionales, y otros, como para además perder minutos preciosos de estos primeros años de vida en hacer cosas separada de Jare, que además, a pesar muchas veces del cansancio, el cuerpo no me pide en ningún caso.
Sin más, una reflexión, una idea, un pensamiento que me ronda últimamente la cabeza, y que cuando lo exteriorizo no me siento del todo comprendida.