Empiezo a escribir este post a medianoche, después de pasar varias horas durmiendo a los dos pequeños. Tenía tantas cosas pendientes de hacer esta noche que he hecho un gran esfuerzo por no dormirme con ellos, así que he aprovechado para pensar. Pensar en el post que tenía previsto escribir sobre lo que no nos cuentan de la maternidad. [Read more…]
Límites
Llevo mucho tiempo sin escribir en el blog.
No he dejado de escribir, pero… no sé, no me apetecía escribir «hacia fuera».
No recuerdo cuándo empecé a escribir, yo calculo que hacia los 12-13 años. Los formatos han evolucionado, pero la esencia es la misma. Es una necesidad que intento satisfacer, a pesar de que el objetivo no lo tengo muy claro. Muchas veces me sirve para recordar, para soltar, para recrearme, la mayoría de las veces es una especie de terapia. El caso es que me gusta.
Empecé con los clásicos diarios de candadito y he pasado por diferentes formatos en papel, que por cierto no he abandonado. Pero hace 4 años, llevando como llevo toda mi vida profesional conectada a Internet (15 años! se dice pronto…), ma animé a la moda del blog (con este blog que en su nacimiento se llamó «Galtzerdi Bakartia»). Con intensidad y dedicación muy irregular, y más bien baja. La verdad es que a veces me resulta complicado publicar lo que escribo. Cuando escribo «hacia dentro» todo fluye mejor, y no tengo la responsabilidad de que si por un casual alguien lee lo que escribo se encuentre con un texto que cuando menos se pueda leer, se entienda y no tenga fallos gramaticales o faltas de ortografía. Este tema de la corrección al escribir (y al hablar) lo dejo para otro post). Así que me he propuesto no ser tan tiquismiquis (disculpadme de antemano si veis algún fallo), y hacer que más de lo que escribo fluya hacia fuera sin tantos remilgos.
Bueno, al lío, que me enrollo.
Anoche, antes de irme a la cama vi en Facebook un vídeo de una campaña de Coca Cola Life que habían compartido mis amigos de Pinpilinpauxa. Y aunque no tiene una relación directa me vino a la cabeza un tema que me ronda desde hace exactamente 4 meses y 24 días (quizá algo más, pero así, con intensidad, ese tiempo…).
Hace 4 meses y 24 día que di a luz a Joanes, mi segundo hijo. Jare tenía 3 años y medio el día que nació su hermano. Tres años y medio muy intensos, llenos de mucho de todo, pero sobre todo llenos de muuuuucho amor. Y cuando me quedé embarazada de Joanes, no podía dejar de pensar en si sería capaz de quererle tanto como quería a Jare, ¿tendría capacidad de querer aún más?
Señoras y señores, es posible. Cuando crees que has llegado al límite y que no se puede querer más, vas y lo consigues, sin esfuerzo, de forma natural, como si hubieras tenido en la reserva millones de toneladas de amor por compartir. Y es una sensación taaan bonita. Algún día ya hablaremos de lo que no se cuenta sobre la maternidad (lo duro, lo chungo…), pero ahora (teniendo también en cuenta que mis hormonas todavía no están todas en su sitio), no se me ocurre mejor experiencia vital que la de ser madre (en todas sus formas) y ver cómo esto puede llegar a convertirte, de alguna manera, en una mejor persona.
Pero claro, hay muchas situaciones en las que los hijos te llevan al límite. El amor parece no tener límites, pero… ¿y la paciencia?
Uff, siempre ha sido mi asignatura pendiente. Ésta sí que la tengo limitada. Antes de nacer Joanes pensé en que tendría que repartir la paciencia entre dos y que esto me llevaría a tener menos aún de la que había tenido sólo con Jare hasta el momento. Y sin embargo, por arte de magia, ésta también se ha multiplicado (aunque por desgracia no de forma ilimitada…). Supongo que con el segundo hijo, la experiencia es un grado y una aprende relativizar todo lo que pasa a su alrededor y esto hace que aunque la paciencia tenga límites, tengamos que hacer uso de ella en menos ocasiones. Dicho esto, también tengo que reconocer, y sería injusto no decirlo, que en este caso Joanes es un niño taaaan tranquilo, tan risueño, nos ha dejado dormir taaaanto, y ha creado tanta conexión con Jare (y con toda la familia) que ha permitido que estos meses (quitando el primero, ya que el rodaje de las primeras semanas se me hizo durillo) hayan sido los más bonitos de mi vida.
Bueno, pues ya lo he soltado.
Uhmm. Quizá vuelva a escribir pronto.
Empezar
Todos los comienzos generan un sensación especial. Una emoción que mezcla ilusión, nervios, entusiasmo, incertidumbre, miedo, pequeñas frustraciones. La vida está llena de arranques, parones, marchas hacia atrás y huidas hacia adelante.
Cuando tienes un hijo, a medida que va creciendo ves como esa personita que hace nada era parte de ti, ya empieza a ser alguien independiente y comienza a experimentar todas esas sensaciones. Por mucho que nos empeñemos en minimizar los riesgos, ya viven sus propias experiencias, sus arranques, sus retos y sus pequeñas frustraciones.
Hoy empezamos. Hemos llorado un poco. Hemos sonreído bastante. Hemos empezado.
Me gustan los comienzos.
Maternidad y vida social
Llevo un tiempo dándole vueltas al tema. Es típico oír cómo el hecho de tener un hijo te cambia la vida. A partir de ahí están las personas que se quejan por las esquinas de que ya no pueden hacer las cosas que hacían antes, las que hablan de los hijos como si fueran una responsabilidad impuesta por alguien, y las que disfrutan de la maternidad como lo que es, una oportunidad de amar sin límites, conectar con una misma, con el mundo, con la gente, con tu hijo, con tu familia… una forma de cambiar el mundo.
Estoy de acuerdo en que tener un hijo te cambia la vida (la vida y el ritmo de vida que conocías antes de ser madre), pero tal y como lo estoy viviendo yo al menos, no es tanto «culpa» del niño, si no de cada uno. [Read more…]