Empiezo a escribir este post a medianoche, después de pasar varias horas durmiendo a los dos pequeños. Tenía tantas cosas pendientes de hacer esta noche que he hecho un gran esfuerzo por no dormirme con ellos, así que he aprovechado para pensar. Pensar en el post que tenía previsto escribir sobre lo que no nos cuentan de la maternidad.
Ya sé que este enfoque no es nada nuevo, incluso diría que está de moda hablar de lo chungo que es ser madre y qué lejos está de todo lo que nos imaginábamos antes de serlo. Sin embargo, tengo la sensación de que esta moda de escribir en prensa y en blogs sobre esta cara oculta de la maternidad sólo nos llega a las que ya somos madres. Parece que antes de ser madres, el instinto de supervivencia de la especie humana hace que estemos totalmente ciegas ante estas versiones reales de la maternidad. También puede ser que a mí me pillara ya hace unos años, y por aquel entonces leía muchos blogs y publicaciones, pero infinitamente menos de los que leo ahora. Sin embargo, conversaciones recientes, con madres recientes, corroboran mi sospechas: estas versiones reales no nos llegan antes de ser madres. Sí nos llegan 3 o 4 expresiones clásicas del tipo «duerme ahora que luego no vas a dormir», «despídete de salir, de las fiestas»… Ays, peccata minuta. Si nos dijeran todo lo que se nos va a remover por dentro y cómo nos vamos a convertir en seres completamente nuevos, quizá más de una se (nos) lo pensaría.
También es verdad que cada persona es un mundo, y que cada mujer vive este proceso de una forma diferente, pero como el único caso que conozco de primera mano es el mío, me cuesta ir más allá. Y os puedo decir, que para mí la experiencia de la maternidad está siendo como vivir una segunda vida. No es una etapa, no es una fase. Quizá esta segunda vida tenga varias fases y de diferentes intensidades a la que estoy viviendo ahora, pero el cambio es taaaaan profundo y taaaaan radical que como se suele utilizar en términos de psicología creo que voy a necesitar una fase de duelo para despedir definitivamente a la persona «Eider ADTH (Antes De Tener Hijos)» y dar la bienvenida a la persona «Eider VASMHQTM (Vas A Ser Madre Hasta Que Te Mueras)». Nota mental: hablar de esto con mi psicóloga (www.divanpsicologos.com :)).
Creo profundamente que hay momentos y sensaciones que no voy a vivir nunca más. Empiezo a echar de menos algunas cosas que supongo más adelante recuperaré (tiempo para viajar, tiempo para perder, tiempo para leer… en definitiva tiempo para mí), pero estoy convencida de que no conseguiré otras muchas más. ¿Sabéis cuál echo más de menos? La soledad. Antes de ser madre, disfrutaba mucho, muchísimo, los momentos en los que estaba sola. Podían ser para pasear, mirar al horizonte, respirar profundo, parar… Tenía la suerte de poder tener momentos de una despreocupación prácticamente total. Ahora, tengo la sensación de que jamás voy a volver a sentirlo.
(Por cierto, mientras escribo he echado un vistazo a Facebook y me he encontrado con este post por casualidad: «Yo era mejor madre antes de ser madre» que me viene que ni pintado, sobre todo cuando al final del post, como regalo del día de la madre, la autora pide: «un vale por 3 horas de soledad»).
Hay quien me dice que me tome una tarde para mí, un día, un finde… Y lo he hecho. He disfrutado, pero no he conseguido alcanzar la misma sensación de soledad, despreocupación (¿desconexión?). Creo que los hijos se quedan con una parte de nosotras que jamás volveremos ni a recuperar, ni a controlar.
Aunque al empezar el post tenía en mente hablar sobre las renuncias de las madres y de las mujeres, creo que el tema merece un post exclusivo en el que no me vaya por lo cerros de Úbeda, así que lo dejo para otro día.
Consejos y sugerencias sobre el post de hoy, serán gratamente recibidos.
Fuente imagen: @eiderfernandez
Maider de Charlando en el Patio says
Eider, primero de todo felicitarte por volver, leerte siempre es un placer.
Y lo segundo, la reflexión de es cojonuda. Es cierta y efectivamente no te puedes ni imaginar cómo te va a cambiar la vida. Quiero pensar además que nuestro esfuerzo en la manera de educar merece la pena, que nuestro tiempo merece la pena, que el tiempo invertido será recompensado, que ellos lo apreciarán. (porque ahora mismo no lo aprecian)
COnsejos y sugerencias, cero, porque por más que te cojas horas o días para tí, nunca serán exclusivos. Tu cabeza nunca estará en blanco como podía estar ADTH
Mal de muchas…. es lo único que te digo.
Zorionak
Eider Fernández says
Eskerrik asko Maider.
Creo que estoy empezando a pagar las consecuencias de esta megacarrera de fondo :)
Eso sí, merece la pena, ¡seguro!
Muxu,
Eider
Raquel says
Queridísima prima,
Cómo te entiendo cuando dices que echas de menos la soledad, pero he de reconocer que ahora estoy viviendo una etapa de mi vida tan activa, que a veces pienso que antes me aburría.
Ahora he aprendido a organizarme para en una misma tarde ir a recoger a los niños, depilarme, hacer la compra de la semana y todavia quedarme tiempo para ir a un pintxopote con mi marido y los amigos mientras los niños están en el parque. Sí, al final del día estoy hecha polvo pero feliz.. por eso cuando me voy a la cama disfruto de esa soledad donde arañándole tiempo para dormir, leo, escucho la radio o veo mi serie favorita en la tele.
Mi mayor recompensa es cuando despierto a mis hijos rozando mis labios en esas mejillas tan suaves, que esa sensacion me llena y recompensa mi cansancio.
Un abrazo,
Raquel
Eider Fernández says
Eskerrik asko guapa.
Supongo que a medida que se hagan mayores, iré notando cierta «libertad».
Muxu,
Eider