Sobreprotección, niños emocionalmente desatendidos… Qué difícil es a veces encontrar el equilibro.
El curso pasado tuve la suerte de participar, en Radio Euskadi, en un programa en el que se habló de lo que se ha empezado a llamar “Hiperpaternidad”. Participó también en la tertulia la escritora del libro que lleva ese mismo título “Hiperpaternidad”, Eva Millet. Recuerdo que hablamos de diferentes tipos de padres, entre ellos los padres “helicóptero”.
La cuestión es que a mí siempre me había preocupado más estar segura de que a mis hijos y a los de mi entorno no les faltaba lo más importante y lo que yo considero esencial para vivir. Pero ya hace un tiempo empecé a darme cuenta de que tan malo podía llegar a ser el defecto, como el exceso de muchas “cosas”, atenciones, actitudes, decisiones que afectan a nuestros hijos.
Por eso hoy, al término “Hiperpaternidad”, quería contraponer el de “Hipopaternidad” o “underparenting”, que aunque quizá menos conocido, podría valer para que además de cuidarnos de los excesos hacia nuestros hijos, no descuidemos los defectos, porque mi experiencia también me dice que hay excesos que están tapando defectos o carencias, sin darnos cuenta.
Pero por ir al grano, y por ver casos prácticos, he preparado una especie de decálogo en el que he recogido 5 aspectos que revelan que estamos siendo hiperpadres o padres helicóptero y otros 5 que nos darán alguna pista sobre si estamos descuidando algún aspecto importante en la educación y crianza de nuestros hijos.
Por cierto, para elaborar el decálogo me he guiado por varios artículos de profesionales entre los que quería destacar a la psicóloga Jennifer Delgado que es colaboradora en el blog Divanpsicologos.com y que tiene también un blog interesantísimo sobre psicología y que directa e indirectamente ha tratado en varios artículos este tema.
Síntomas de hiperpaternidad
1. Resolución sistemática de los problemas de nuestros hijos.
La hiperpaternidad se caracteriza por una atención excesiva a los niños y una supervisión continua. Tenemos que darnos cuenta que al resolver sistemáticamente sus problemas, los estamos haciendo menos autónomos. Realmente deberíamos ver la adversidad como un regalo. Y es que cuando los padres rescatamos a nuestros hijos de las consecuencias de un despiste, de un olvido… interrumpimos el ciclo natural del aprendizaje. Así, los niños no llegan a madurar del todo y desarrollan una dependencia emocional que les deja crear su propia caja de herramientas para la vida. Así que tenemos que pelear por encontrar un justo equilibrio entre la ayuda y la orientación, la protección y la seguridad, con la autonomía y la independencia. Solo así los niños aprenderán a valerse por sí solos y lograrán confiar en sus capacidades. Ese es uno de los mayores regalos que los padres podemos hacerles. Eso sí, es más complicado que ir a la tienda y comprarles algo :)
2. Estimulación temprana o precoz.
Aunque yo creo que hubo un tiempo en el que el concepto “estimulación temprana” estaba mucho mejor visto y era innovador, creo que con el tiempo se ha visto que cada niño tiene sus ritmos y que si les empujamos a una velocidad que no les corresponde, les estamos haciendo perderse etapas en las que probablemente lo que les estemos quitando sean horas de juego en las que realmente aprender. Les sumergimos sin darnos cuenta en el ritmo frenético de la sociedad actual por ser los primeros y ser los mejores. Damos mucha importancia a la competitividad y lo de siempre, nos olvidamos de los valores más básicos. Al final, los niños necesitan ser felices, no ser los mejores. Anécdota: evento deportivo infantil. Qué está trasmitiendo un padre, agarrado de la mano de su hijo de 5, 7 u 8 años. Más bien tirando de la mano de su hijo, que hace oídos sordos a lo que se está diciendo en un altavoz. Y tu hijo, está dando la vuelta entera a la pista para llegar al premio.
3. Gratificación instantánea y complacencia en todo lo que piden.
Creo que a día de hoy a nadie se le escapa que esto no es viable. Ceder y complacer en absolutamente todo a un niño, puede llevarle a convertirse en un niño incapaz de gestionar la frustración. Ahora bien, yo también veo casos de familias instaladas en el no, en un no sistemático a todo. Y una vez más, creo que el secreto está en equilibrio. A veces ceder ante una negociación con nuestro hijo, también es una enseñanza y aprendizaje para él. Una negociación sana, puede ser enriquecedora.
4. Hay que alabar el esfuerzo, pero con mesura.
Hubo una corriente que nos animaba a los padres a alabar el resultado, luego a alabar el esfuerzo más que el resultado. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que a los niños con un exceso de alabanzas en este sentido, se acomodaban y se convertían en más segurolas. Incluso optaban por los retos más sencillos para asegurarse el elogio. Así que de momento parece que lo realmente importante es trabajar lo que se ha llamado mentalidad de crecimiento. Una forma de enfrentarse a la vida en la que la inteligencia es como un músculo que podemos ejercitar, considerando que los errores no son fracasos o una señal de falta de inteligencia sino tan solo oportunidades para poner a prueba las habilidades y desarrollarlas.
5. Evitar usurpar la identidad del niño.
Evitar utilizar la primera persona del plural para situaciones que realmente únicamente atañen al niño: ¿a ver qué deberes nos han puesto hoy?, hemos aprobado, hemos suspendido… El niño es una persona y yo soy otra persona, y los deberes y los exámenes son del niño. Así que cuidado con robarles esa autonomía y esa independencia ya desde el propio lenguaje,
Hipopaternidad
Y ahora 5 puntos rápidos a los que prestar atención para no caer en la hipopaternidad.
Casi lo podría resumir todo en un único punto, que es el tiempo, pero voy a intentar desglosarlo, porque no quiero que volvamos a quedarnos en la falta de tiempo en general y en los problemas de conciliación en particular. Así que sin meterme en la discusión de si lo importante del tiempo es que sea la mayor cantidad de horas posibles o mejor pocas pero de la mayor calidad posible, voy a centrarme en el tiempo del que dispongamos cada uno.
Y a veces lo que ocurre es que hay una…
6. Falta de tiempo consciente, en el que estemos realmente presentes.
Y voy a poner un ejemplo de lo que no es tiempo consciente y disponible para un niño. Ayer leí una noticia que decía que casi el 70% de los niños en Euskadi come mirando a una pantalla. Creo que no hace falta dar muchas explicaciones para darnos cuenta de lo duro de este titular. Un momento tan enriquecedor como poder desayunar, comer o cenar en familia, se sustituya por una pantalla por sistema, me parece muy duro. Lo mismo ocurre cuando lo hacemos nosotros, los adultos. Qué sí, que se entretienen, que mientras ellos no molestan tu puedes hacer otras cosas… Pero cuidado que la carencia afectiva no está sólo detrás de casos graves de maltrato o abandono… A veces no hay que ir tan lejos para ver cómo la falta de atención y tiempo contribuyen también al deterioro del desarrollo del niño.
7. Falta de tiempo para escucharles.
A veces nos come la rutina, y nos perdemos las pequeñas historias de cada día. Pequeñas historias, anécdotas, o grandes acontecimientos, bonitos, divertidos, graciosos… y que nos permiten conocer más a nuestros hijos. Y que nos permiten estar más preparados para los imprevistos o los problemas que puedan surgir en cualquier momento. Lo que quiero decir es que no podemos pretender que un niño de 13 años nos cuente un problema que puede ser gordo, si no ha hablado nunca con nosotros. Si no ha ejercitado nunca el diálogo y la conversación con nosotros.
8. Falta de tiempo para observarles.
Observarles, a veces en la distancia, cuando están solos, cuando juegan, cuando se relacionan, es una bonita forma de conocerles manteniéndonos al margen y sin interrumpir. Más niños de los que creemos, en nuestro entorno, no son escuchados, no son observados. Niños a los que el ritmo del día a día les pasa por encima como una apisonadora, sin margen para parar, para observar, si están bien, si no, y por qué están bien o mal en cada momento. Otro día quizá nos extendamos en este tema, pero yo he vivido y he leído historias, por ejemplo, relacionadas con las fases de de adaptación al cole, que me parecen durísimas. Adaptaciones en las que realmente ni se escucha, ni se observa al niño, y por lo tanto no se toman decisiones que quizá son clave para su desarrollo.
9. Falta de tiempo para hablarles.
A ellos también les gusta escuchar lo que nos pasa y cómo nos sentimos, es una forma de construir una relación afectiva sólida, al margen de las órdenes, “haz esto”, “recoge lo otro”, de cada día.
10. Tiempo para que nos sientan disponibles si nos necesitan.
Tiempo para construir una relación de afecto, apego, atención, protección, para que el niño se sienta sostenido, y lejos de sentirse “atosigado”, condicionado y teledirigido como comentábamos en la hiperpaternidad.
Y como dice la psicóloga Jennifer Delgado, los padres debemos ser más submarinos que helicópteros. En vez de sobrevolar la cabeza de nuestros hijos y estar siempre presentes, es más conveniente que nos convirtamos en un submarino; es decir, que nos mantengamos fuera de su radar pero siempre atentos por si realmente necesitan nuestra ayuda.
De todo esto hemos hablado hoy en el programa Graffiti de Radio Euskadi. A continuación os incluyo dos audios. El primero si queréis escuchar lo hablado sobre crianza, y el segundo, con todo el programa. Os recomiendo que escuchéis todo el programa: Ziortza Karranza, entrevista a Cesar Bona, el método Kiva contra el bullying… Programón.
(Escuchar en www.eitb.eus)