La conciliación, ese gran tema que siempre sobrevuela casi cualquier asunto que se trate sobre familia, hijos, crianza y trabajo. Cuando hablamos de los espacios para el ocio de niños y familias, salió la conciliación. Cuando hablamos de la vuelta al cole, en el fondo hablábamos de conciliación. Y, una vez más, sospecho que no va a ser la última vez que salga, y que probablemente sea la protagonista de nuestras conversaciones más de una vez durante este curso.
Es un debate que en mayor o menor medida siempre está sobre la mesa. Ahora que tenemos elecciones tan a menudo, también suele ser un tema que a los políticos les gusta tratar aunque luego los resultados no sean muy esperanzadores. En Internet, blogs, redes sociales se habla constantemente de ello, aprovechando el medio, que permite participar, compartir experiencias y debatir a todos los implicados.
Datos
Esta semana pasada el Club de Malasmadres ha publicado una encuesta que han completado más de 20.000 personas y que seguro que en breve nos dará a conocer nuevos datos que serán de gran interés. Curiosamente, de esas 20.000 encuestas completadas, las responsables del Club de las Malasmadres dieron a conocer el dato de que únicamente el 13% de las encuestas habían sido completadas por hombres.
Siguiendo con datos e informes, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), recientemente ha hecho públicos los datos de un informe donde, de 1.348 sentencias analizadas, solo el 5,6% eran sobre permisos de paternidad. Casi el 78% incluían reducciones de jornada para cuidados de menores, permisos de maternidad, lactancia o cuestiones relativas al embarazo. De la misma manera, el 84% de los españoles que demandan medidas de conciliación ante la Justicia son mujeres.
Hombre, con estos datos la conclusión rápida: todavía hoy la conciliación es cosa de mujeres. Sin embargo, hoy me gustaría ir un poco más allá.
Y quería compartir una duda a la que llevo dándole vueltas mucho tiempo, y es si realmente todos tenemos el mismo concepto de conciliación. Yo leo opiniones, escucho valoraciones y diferentes puntos de vista, y tengo la sensación de que conciliar no es lo mismo para todos, y me pregunto si no radicará ahí la base del problema y de lo difícil que parece encontrar una solución.
¿La conciliación real existe o es una utopía?
El discurso más extendido es que debemos luchar por una conciliación real, que es posible. Es una corriente que habla de corresponsabilidad en la sociedad, en las familias, que habla de igualdad entre hombres y mujeres, más allá de la lógica y por supuesto indiscutible igualdad de derechos y oportunidades. Es una corriente que habla de que parece que nada debe cambiar cuando llegan los hijos, que lo podemos seguir manteniendo todo bajo control con un reparto equitativo de tareas, responsabilidades. Si conciliamos (o quizá deberíamos decir «si nos organizamos»), podremos seguir con nuestras vidas tal cual lo hacíamos antes de tener hijos.
Y en esas estamos intentando conciliar, intentando organizarnos.
Por cierto, otro día también estaría bien hablar de la conciliación entre vida laboral y personal de todos, independientemente de que tengan o no hijos. Pero bueno, en este caso, vamos a seguir hablando de las familias o personas con hijos a su cargo (también extensible a personas mayores o dependientes a su cargo) porque es verdad que es entonces cuando esto de la necesidad de conciliar se hace más visible.
Por otro lado, hay otra corriente que defiende una realidad, quizá más cruda o que incluso pudiera parecer más conformista, y es la que habla de que la realidad es que la llegada de los hijos hacen que todo cambie, genera una necesidad de organización mayor y más impredecible, y que en las mismas 24 horas del día, ahora tengamos nuevas responsabilidades, muy exigentes y que requieren una gran cantidad de horas al día. Y esta corriente acepta como inevitables algunas renuncias, algunas diferencias incluso entre hombres y mujeres y sobre todo acepta las diferencias entre las realidades que vive cada persona, y cada familia en cada momento de la crianza de sus hijos.
Como ejemplo, me gustaría contaros una situación, quizá anecdótica pero muy representativa que leí hace unos días y que ocurrió en una mesa redonda en la que estaba presente una de las responsables del Club de las Malasmadres que os he comentado antes. Esta persona contaba que en esa mesa redonda una mujer dijo: “Por qué nos empeñamos en ser iguales si no lo somos. Por qué no asumimos que somos diferentes y luchamos para que se nos dé un plus a las madres”.
Esta afirmación puede horrorizar a algunas personas, pero fue aplaudida por una parte de la audiencia de aquella mesa redonda.
Y ahí confirmé mi sospecha, sobre que la lucha por la conciliación de la vida laboral y familiar va a ser dura porque cada uno entiende de forma diferente esa conciliación.
Así lo veo yo
Yo creo que podemos aspirar a algo parecido a la conciliación, pero sinceramente, la asumo con ciertas renuncias.. O nos planteamos la crianza como un trabajo, como una profesión, con sus reconocimientos (léase remuneración) correspondientes, o, en mi opinión, adaptarnos supondrá siempre renuncia y sacrificio.
Hace unos días leí un artículo sobre unas declaraciones que había hecho en una conferencia el pediatra Carlos González. Es un pediatra que ha escrito varios libros y que suele resultar polémico en ocasiones. Decía algo así como que la conciliación es un engaño, y que no existe. Al final decía que no se puede hacer magia y que había que decidir. Para él, durante los primeros tres años de vida de un niño, no es compatible el trabajo y la crianza. Incluso en sus declaraciones iba más allá hablando de la importancia de que sea la madre la que esté con su hijo. Y hombre, pues todo esto genera revuelo, porque no parece lo políticamente correcto, pero deberíamos pensar que cuando hablamos de permisos de maternidad, paternidad, de derechos, de legislación, realmente estamos hablando de un derecho del niño. Quizá si lo vemos desde ese punto de vista podremos tomar decisiones más lógicas y no tan aparentemente políticamente correctas.
A mí lo que me cuesta encajar son los repartos medidos, cuadriculados: «Venga, nos organizamos. Nos repartimos todo, tareas domésticas, niños, todo al 50%», sobre todo porque estoy plenamente convencida de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, al igual que lo estoy de todo los que nos diferencia. Ya no solo lo que nos diferencia a mujeres y hombres, si no lo que nos diferencia a todas y cada una de las personas. Y creo que esas diferencias se hacen más patentes aún cuando tenemos hijos, y sobre todo los primeros años de su vida. Creo que las necesidades biológicas y emocionales de cada miembro de la familia son diferentes y es trabajo en equipo de todos los miembros saber equilibrarlas, y saber conciliarlas. Creo que las medidas de conciliación que deberíamos pedir a la sociedad, a los gobiernos, a las empresas y a las instituciones en general, son las que nos permitan elegir (para cada persona, para cada familia, para cada situación…). Que nos permitan elegir en una marco legal que sea consciente de las necesidades de las familias y permita que todos los miembros se desarrollen en las mejores condiciones posibles.
Así que ahí queda eso, igualdad, reparto equitativo tareas, corresponsabilidad, necesidades emocionales y biológicas reales… Yo dejo el tema sobre la mesa para discutir esta noche en la cena en familia, para todos los que tengan la suerte de poder cenar en familia :)
Y si queréis escuchar esto y más en el programa Graffiti de Radio Euskadi de hoy (sobre conciliación a partir del punto 01:09:20):
(Escuchar en www.eitb.eus)
Maider de Charlando en el Patio says
Creo que has dado la clave, Eider. EL punto de vista no tiene que ser desde el de los adultos, sino desde el niño. Lo de la conciliación hay que verla desde el punto de vista del niño y no desde nuestro punto de vista. Debiera cambiarse la manera de pensar en beneficio de los niños y no de los adultos.
Gracias por poner todos estos temas encima de la mesa y que se siga hablando.
Eider Fernández says
Gracias Maider. Muxu.
Iñaki Agirre says
El problema está precisamente en eso: «Por qué nos empeñamos en ser iguales si no lo somos». El 95% de las disputas por la custodia de los hijos terminan con una sentencia encargando la crianza a la madre. Machismo institucional. ¿Has oído alguna vez a una feminista quejarse de eso? Sin embargo, sabemos desde Olympia de Gauges y Simone de Beauvoir que la asignación del rol de reproductora-cuidadora a las mujeres es una de las bases del hetero patriarcado. Pero, ¿quién quiere cambiar eso? El feminismo actual ha girado hacia la gestión de la frustración. Quejarse de la brecha salarial, y defender, a la vez, la asignación del domicilio familiar a las madres. Pedir corresponsabilidad, y denigrar el SAP. O pedir, en una sociedad de mercado, que se valore tanto cambiar pañales como enviar sondas a Saturno.
Eider Fernández says
Hola Iñaki, gracias por tus comentarios. Pones sobre la mesa temas tan contundentes que me cuesta mojarme. Machismo, feminismo, heteropatriarcado… Luchas en las que de momento, tengo la sensación de que siempre salen perdiendo los mismos.