Pasaron a la historia los viajes que hacíamos antes de tener niños, en los que siempre aprovechábamos los meses fuera del verano para poder viajar más tranquilos, más barato y adecuándonos al destino: mayo, junio, octubre, noviembre, diciembre. Además, soy de las que opina que los que tenemos la suerte vivir en Donostia o sus alrededores, podemos disfrutar aquí, de la mejor época del año, aun estando trabajando. Aunque el tiempo no te asegura poder ir a la playa todos los días (ni mucho menos) aprendes a convivir con lo que toca. Haga lo que haga es verano, no hace frío, y aunque llueva, puedes ir en chanclas hasta la primera semana de octubre. De verdad.
Pero cuando tienes niños, todo cambia. También la forma de viajar. Y aunque cuando son pequeños aún puedes moverte en cualquier época del año, las obligaciones durante el curso hacen que empieces a concentrar las ideas de viajar en los meses de julio y agosto.
Ya somos cuatro y en menos de una semana estaremos en un avión camino a Copenague. Todos estamos ansiosos porque llegue el día y aunque no hemos tenido tiempo para prepararlo (una de las partes más bonitas de cualquier viaje, su planificación, para mí al menos), sabemos que vamos a un destino «fácil». No es la primera vez que vamos, aunque sí con la familia al completo.
Anoche, cuando acosté a Jare (4 años) sustituimos el cuento por un vistazo en el iPad a algunas fotos de viajes que hicimos Jon y yo antes de que nacieran Jare y Joanes. Me sorprendió las preguntas que me hizo de cada uno de los destinos. No me creía cuando le dije que habíamos pasado más de 14 horas en un avión y que allí se desayunaba, se comía, se cenaba y se dormía. Aunque siendo un bebé viajó en avión, no lo recuerda y ahora lo único que sabe es que va a subir a un avión como Caillou. Mientras veíamos las fotos, me preguntaba cómo era la gente, cómo eran los niños, en qué idioma hablaban, qué comíamos, cómo olía… Fue un descubrimiento ver la historia que sacábamos entre las dos de cada foto. Repetiremos seguro.
Y esa conversación de anoche me hizo tener aún más ganas, si cabe, de viajar.
«Viajar es vivir», Hans Christian Andersen, escritor y poeta danés.